EL TULIPÁN NEGRO
Había salido del bar el “rocoso” en la calle 82 después de beber con sus amigos. Caminaba dejándose llevar por la fuerza del viento que casi lo levantaba, buscó refugio en la otra esquina, se sintió cansado, pensó que debía sentarse a reposar hasta que el viento se calmara. Se recostó a la pared cuyos ladrillos lo abrazaban como incitándolo a dormir, se dejó arrullar por los sonidos que el viento cantaba a esa hora, cerró los ojos, sintiéndose casi dormido, pero luchó contra el sueño y abrió los ojos rápidamente quedando impactado con las imágenes que tenía enfrente; una mujer de test blanca, ojos color azul agua, nariz perfilada, boca perfecta, vestida de negro, su pelo color negro azotaba el aire con una fuerza similar a las de golpear las rocas en la playa, montada en un majestuoso caballo blanco como la nieve.
Vivió el susto más grande de su vida. Se dio varias bofetadas, creyéndose bajo los efectos del alcohol, que había bebido esa noche. La confundió con la muerte, gritó en silencio para que nadie aparte de la enigmática mujer lo escuchara. Lloró desesperado, arrepintiéndose de la vida que había tenido y que según él estaba a punto de acabar. Ella extendió el brazo con una naturalidad que hiso erizar hasta el más diminuto cabello de su cuerpo, parecía no estar presenciando la escena de llanto que el hombre protagonizaba. La parte del vestido que cubría su mano se transformó en un tulipán negro que ella sostenía, apuntando en dirección al hombre; este extendió el brazo tratando de sostener la bella flor.
El sonido ensordecedor del claxon de un auto lo hizo reaccionar de golpe cuando de manera inexplicable estaba en media calle frente al vehículo que lo despertó cuando estaba a punto de envestirlo; la luz intensa de los faroles del coche lo cegó luego; todo se iluminó, después se puso todo oscuro. Al final abrió los ojos desorientado mirando a todas las direcciones hasta recobrar la visión y reconocer la puerta blanca de la habitación el cuadro del Titanic que colgaba de la pared. Sintió un gran alivio al darse cuenta que seguía en su cuarto cubierto con las sábanas color azul; se alivió aún más al darse cuenta que divagó beodo, caminando por las calles del centro. Que había alucinado con una mujer hermosa, que casi fue atropellado y que gracias a DIOS todo era una pesadilla.
Autor: Jonny Lascano Moreira, 3ero Bachillerato.